“No puedo dejar la mente en blanco”: el mito más común sobre la meditación

Si alguna vez intentaste meditar y pensaste “esto no es para mí, mi cabeza no para”, te entiendo perfectamente.

Esa es, quizás, una de las frases que más escucho en mis cursos.

Durante años creímos que meditar era igual a “dejar la mente en blanco”. Pero la realidad es que eso no solo es imposible, sino que tampoco es el objetivo del mindfulness

La mente está hecha para pensar, igual que el corazón está hecho para latir. 

Pretender que deje de hacerlo solo genera frustración.

Lo que sí podemos aprender —y ahí está la verdadera práctica— es a mirar esos pensamientos sin juzgarlos, sin luchar contra ellos, y sin dejarnos arrastrar por cada historia que aparece.

Meditar no es silenciar la mente, sino escucharla con calma.

Qué ocurre realmente en la mente

Cuando cerramos los ojos y tratamos de “no pensar”, lo primero que aparece… son más pensamientos. 😅

Y no es que lo estés haciendo mal: es exactamente lo que tiene que pasar.

El cerebro está diseñado para generar pensamientos de manera constante, incluso cuando no estamos haciendo nada. Esa actividad se llama red neuronal por defecto y, según estudios del neurocientífico Matthew Killingsworth, la mente humana divaga cerca del 47% del tiempo

Es decir: casi la mitad del día estamos pensando en otra cosa.

Por eso, cuando te sentás a meditar, tu mente empieza a repasar listas, pendientes, recuerdos o preocupaciones. 

El objetivo del mindfulness no es apagar esa actividad, sino entrenar la forma en que respondemos a ella.

Cuando notás que te fuiste con un pensamiento y decidís volver a la respiración, estás fortaleciendo áreas del cerebro relacionadas con la atención y la regulación emocional.

Cada vez que volvés, sin criticarte, estás creando un nuevo patrón: 

El de la paciencia y la presencia. 🌿

Qué hacemos en mindfulness cuando la mente “no para”

Cuando meditamos y notamos que la mente se fue detrás de un pensamiento, no intentamos empujar ese pensamiento fuera.

Lo que hacemos es algo mucho más amable: lo reconocemos y volvemos.

Podés imaginarlo como entrenar a un cachorro. 🐶

  • Cada vez que se escapa, no lo retás, solo lo llamás de nuevo con paciencia.
  • Así funciona también la atención: cuanto más practicás traerla de vuelta, más fácil se vuelve.

En mindfulness no se trata de controlar lo que aparece, sino de observar sin juzgar.

Podés darte cuenta de que estás pensando en el trabajo, o recordando una conversación, o planificando la cena, y simplemente etiquetarlo mentalmente: 

  • “pensando”, 
  • “recordando”, 
  • “planificando”. 

Luego, suavemente, volvés a la respiración.

Este simple gesto —notar y volver— es en realidad una forma de entrenamiento cerebral.

Estudios de neuroimagen muestran que las personas que practican mindfulness desarrollan más densidad en áreas del cerebro relacionadas con la atención y la autorregulación emocional.

Así, poco a poco, dejamos de sentir que la mente es un enemigo que hay que silenciar, y empezamos a verla como una aliada que puede aprender a descansar. 

👇 Acá te comparto un video en donde explico un poco este fenómeno:

Qué es lo que realmente se entrena al meditar

Cuando meditamos, no estamos buscando tener una mente en blanco, sino entrenar tres habilidades fundamentales

la atención, la conciencia y la amabilidad.

🧭 Atención:

Cada vez que notás que te distraés y volvés al presente, estás fortaleciendo los circuitos neuronales de la concentración.

Estudios con neuroimagen muestran que la práctica regular de mindfulness aumenta el grosor de la corteza prefrontal, el área encargada de la atención y la toma de decisiones.

👁️ Conciencia:

Al observar tus pensamientos sin juzgarlos, aprendés a reconocer los patrones automáticos de tu mente: la crítica, la comparación, la preocupación.

Con el tiempo, empezás a darte cuenta antes de reaccionar. Esa conciencia es lo que te permite vivir con más libertad.

💛 Amabilidad:

Cada vez que notás que tu mente se fue y elegís volver sin enojarte contigo, estás cultivando una relación más compasiva con vos misma.

No es un “fallo” que te distraigas; es una oportunidad para practicar paciencia, aceptación y ternura.

Así, poco a poco, la práctica transforma no solo la mente, sino también la forma en que te tratás.

Y ese cambio interno —más suave, más amable— es el verdadero fruto de la meditación. 

Ahora ya sabés por qué no podés dejar la mente en blanco… ¡y por qué no importa!

La meditación no consiste en dejar la mente en blanco.

Consiste en estar presente, en aprender a ver con más claridad y a tratarnos con más amabilidad.

Cuando entendemos esto, desaparece la frustración por “hacerlo mal”, porque nos damos cuenta de que todo lo que aparece en la práctica también forma parte de la práctica.

Cada pensamiento, cada distracción, cada emoción difícil es una nueva oportunidad para volver, respirar y recordar: estoy aquí, y eso es suficiente. 

Con el tiempo, lo que cambia no es la cantidad de pensamientos, sino nuestra relación con ellos. Y ahí es donde aparece la calma verdadera: no porque todo se detenga, sino porque aprendemos a estar en paz incluso en medio del movimiento.🧘‍♀️ Si querés explorar esta práctica en profundidad, podés unirte a mi grupo exclusivo de WhatsApp  donde comparto tips, recomendaciones y avisos sobre nuevos cursos y talleres que organizo. 

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